Hubo una vez un callicida muy popular que se fabricó durante décadas en el laboratorio de la rebotica de una farmacia de Gràcia. De aquel medicamento considerado casi milagroso quedan algunas antiguas unidades en venta en webs para periodistas y un cartel centenario pintado en la fachada de la farmacia que lo recuerda, protegido por un plafón de poliuretano tras una meticulosa recuperación practicada en los años 90.
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