El cronista conoció a una niña de la posguerra que creció en el cortijo Torres, de Las Cabezas de San Juan (Sevilla). Aquella criatura, que comía y cenaba garbanzos, le preguntó una vez a su madre: “¿Los señoritos hacen de vientre?”. “¡Qué cosas! ¡Claro!”. Era una ingenua. No podía creer que los manjares de los hijos de los señores (mandarinas y chocolate) obraran los mismos efectos que sus legumbres.
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