Salgo al monte hacia las ocho y media y en un recodo encuentro a mi hijo Pau. ¡Menuda pareja! En los primeros días de julio, en el robledal de can Torrent, es el gran momento del ciervo volante ( Lucanus cervus ). Un atardecer se produce el vuelo general y no puedes perdértelo. Los ciervos volantes van de un lado para otro, extrañados de estar en un bosque después de hasta siete años de vida larvaria, comiendo madera en el interior de troncos caídos. En otro tiempo, si los encontraba un romano rico, terminaban en la cocina: en la antigua Roma eran muy aficionados a degustar estas larvas blancas y acordeonadas, que consideraban una exquisitez. En siete años aparecen tres versiones del ChatGPT, se dobla el número de turistas en Barcelona y se celebran cuatro o cinco veces elecciones. Mientras tanto, la larva del Lucanus cervus mastica y espera el gran día que es hoy: Pau lleva dos machos en las manos, y yo he sorprendido a una parejita dale que te pego en un lecho de hojarasca.