“Todos los días, desde siempre, el abuelo y la abuela, suscriptores de La Vanguardia, hasta el final, leían el diario, y la iaia Mari, en los últimos tiempos, con una lupa”, explica Mònica Gálvez, una de sus nietas. “Cuando venía a vernos se traía su carnet de suscriptora y le íbamos a comprar cada mañana el periódico. Es algo que iba con ella. La recuerdo siempre desayunar con La Vanguardia”, recuerda.
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