Los viernes por la tarde las playas de Barcelona son un hervidero de locales-foráneos que aprovechan los días de sol (incluso los fríos) para jugar a voley. Cualquier día de diario el centro de la capital catalana es un hervidero de jóvenes extranjeros que trabajan en remoto, y algunos de ellos, que coinciden en un coworking cerca de la catedral, explican: “Yo vine expatriado”, cita Andrew McGarvey, escocés, 33 años; “yo con las prácticas universitarias”, sigue Estefanía Gordillo, colombiana y de 27 años; “yo por el ambiente emprendedor”, relata Justin Varilek, estadounidense, 35 años. Los tres tienen estudios superiores. Los tres ponen cara a un dato con numerosas consecuencias: Barcelona se está especializando en atraer población cualificada internacional en comparación con Madrid, el otro gran imán de las migraciones del extranjero hacia España.
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