Noctámbulo, yo confieso: he asistido a un tardeo, una traición a la noche como el fútbol sala al fútbol, el pádel al tenis. El sucedáneo saludable de la juerga que triunfa tras la pandemia, incluso en Barcelona, y se desarrolla entre ocho o nueve y la medianoche, allí donde alguien –un bar, un club deportivo, un local con vecinos picajosos– picotea en este nicho del mercado (del ocio, no del otro).
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