Amable lector, si todavía no ha recibido una llamada para proponerle un cambio de compañía eléctrica, de gas, de móvil o cualquier otra oferta irrenunciable, piense que es uno de los pocos afortunados que quedan en nuestro país. El acoso del marketing telefónico está llegando a extremos inaguantables. Y a esta situación insufrible se ha añadido otra más peligrosa, que es la de las estafas telefónicas que se ceban especialmente con las personas mayores y ya se han convertido en la tercera modalidad de fraude. La policía recibe miles de denuncias cada año por estos engaños que suponen millones de euros para las víctimas. Con este dinero, las mafias han invertido en tecnología y, con la ayuda de la inteligencia artificial, encuentran la manera de aparentar voces o teléfonos fiables para los incautos ciudadanos. Tanto es así, que los expertos aconsejan que nunca se responda con un sí a una llamada de un número desconocido porque esa palabra puede ser utilizada para autorizar un contrato indeseado. La semana pasada se desarticuló en España una de estas tramas de estafadores que habían timado más de 2,5 millones a personas entre 70 y 90 años. Pero cazar a estos desalmados o a los ciberdelincuentes es muy difícil, como explicamos hoy en la sección de Sociedad.
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