Barcelona había ansiado organizar los Juegos Olímpicos. De ahí que ya en 1924 presentara la candidatura. No lo consiguió. El barón Pierre de Coubertin vino en 1926 y se confesó impresionado: “Antes de visitar Barcelona creía saber lo que era una ciudad deportiva”. Al haber conseguido el Berlín del dictador Hitler la candidatura, Catalunya consideró oportuno ofrecer su contraoferta de signo político. Puesto que la Alemania nazi pisoteaba los principios del olimpismo y desencadenaba una cruel persecución racista y genocida, Barcelona exhibía una imagen ética y humanizada que permitiría universalizar la denuncia y el combate.
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