En toda la costa catalana, con la excepción del área metropolitana de Barcelona, el apelativo Can Fanga define a los residentes de la capital catalana. En este caso, en muchas poblaciones de la costa del Maresme vuelve a sonar este improperio dirigido al turista metropolitano más austero que cada fin de semana abarrota las playas de la comarca y genera una minúscula actividad económica. Se trata, según los propios alcaldes de “un turismo low cost que se desplaza con facilidad y que no genera excesivos beneficios en el destino”.
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