Un hombre ataviado con una chilaba a rayas y una bolsita negra pide limosna entre todos los pasajeros de un vuelo con destino a Qatar dispuestos en una muy larga cola. A pesar de que ya hace meses que funciona el servicio oficial de embalaje de maletas, un par de embaladores clandestinos rollo en mano asoman la cabeza en la terminal 1 para ver si pueden sacar algún beneficio de tanto follón. “Diez euros la maleta”, susurran a la gente que mira las pantallas. Y los conductores pirata que sesean sus servicios clandestinos a los recién aterrizados se agrupan y hacen fuertes en la terminal 2. No se atreven a acercarse a la 1…
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